ReVoLoTeaNDo En La RuTiNa

Cuando suena el despertador y anuncia que es momento de comenzar a formular otra hipótesis, para volver a concluir; un rayo de luz se cuela por la ventana, recordándome que allá afuera hay ángeles esperando por mí. Mis primeros movimientos gandidos, cargan derrotas que el ayer atrapó, rápidamente mi atención vuelve a buscar la fuerza de esa pequeña luz, para encontrar otro comienzo, un nuevo día.

Con la ayuda de mis manos, coloco sobre mi cuerpo memorias de días con derrotas más dignas que las mismas victorias (como dijo y aprendí de Borges), recuerdos que van de color azul a mi cuerpo. Desayuno algunas ilusiones capaces de satisfacerme durante unas horas. Cargo mi bolso de sueños y la esperanza debida.

Camino al establecimiento que me guardará la mayor parte del día... mi paso tranquilo no alcanza para encontrar el fin, el bolso hoy pesa más y mis fuerzas menos. Pero llego a mi destino en dos minutos, que fueron una historia. Entre las sonrisas que me regalaron los enfermos que esperaban ser atendidos en el hospital, entre el cachorro que ya aprendió a mirar con rabia, entre las golondrinas que hoy no encontré, entre las piedras que saqué de mi camino, entre el fugaz análisis que hice del borracho que se encontraba en un banco de la plaza, entre la memoria y el olvido aparece la fórmula de cubo de un binomio, entre la duda si apagué mi radio o no, entre los automóviles y rostros convertidos en máquinas, entre el saludo de humildad que me dio un carabinero, y entre el pensamiento constante de cómo se encontrarán mis hermanos y el amor, llego, en dos minutos.

En el momento de mi llegada, es la unión de muchas llegadas eternas, siento como se dibuja una sonrisa en mi rostro (pequeño detalle sentido), que imagino es recibida como un "buenos días", "que gusto verte" o tal vez simplemente "otro día más". Subo escaleras, sigo subiendo, para encontrar un destino compañero, un lugar cargado de un futuro incierto, frágil y miedos contenidos en alegrías. Allí brillan dos miradas cómplices que me buscan, arrojando un anhelo profundo de refugiarnos en "nosotras". Tantos cuerpos ahí, adoptando momentos, buscando enseñanzas, encontrando emociones.

Y así transcurre el día, miradas más miradas, escritos sin explicación, profesores jugando con palabras y aprendizajes obtenidos de sus silencios, cuerpos presentes, almas en cualquier otro lado menos ahí, un lápiz y una mano juntando letras, fórmulas que mi corazón no siente. Palabras vacías son nuestro presente guardado en un cuaderno, posible futuro aplicable.

Y cuando es momento de arrancar a nuestro hogar, debemos responder a trabajos de la clase, con la finalidad de agotar nuestro tiempo, suspiros, conversaciones, pensamientos, agotar cualquier otro tipo de desarrollo que no tenga que ver con estructuras y limitaciones.

Un instante asesinado, resucita y con la fuerza de la fe, se dedica a querer, sentir y cuidar de quienes llenan la vida.

En el sillón de siempre, agrego recuerdos a mi colección. Con la seguridad de un tal vez, quizás, a lo mejor; sentada esperando yo que sé...